Cuestión de expectativas

28.08.2013 00:00

En cierta manera, uno se hace mayor a medida que va perdiendo la capacidad de sorprenderse, lo que desde un punto de vista estrictamente técnico tiene todo el sentido: a mayor permanencia, mayor experiencia; a mayor experiencia, menor novedad; a menor novedad, menor sorpresa. Y en ese plan, que decía el maestro Umbral. Menor sorpresa y sin embargo y en contrapartida mayor sensación de seguridad y entorno controlado, que es algo que el ser humano y en general cualquier bicho vivo tienen en muy buena estima. 

 

Enfocado el asunto con talante optimista, el ir perdiendo capacidad de sorpresa a través del conocimiento no tiene por qué ser algo malo. Por ejemplo: cada vez es más difícil que a uno lo defrauden cuando atesora experiencia y conocimiento. Cuando la expectativas están razonablemente bien fijadas, disminuyen las probabilidades de decepción. Hay en todo ello una lógica casi matemática.

 

Y aprende uno con los años que el margen de mejora del ser humano como especie tira a estrecho. No tanto porque las personas no seamos capaces de reconocer aquello en lo que fallamos individual o colectivamente, sino porque la predeterminación genética limita y condiciona una barbaridad. Así, nos encontramos, "en pleno siglo XXI" -qué gracia me hace esa expresión-, siendo en esencia lo mismo que éramos mil años atrás, cuando el moro Almanzor reinaba en Al-Ándalus. 

 

Que se lo digan si no a los coptos de Egipto cuando hace unos días veían arder sus iglesias, fruto de la sed de venganza y justicia reparadora de sus iracundos conciudadanos musulmanes. ¿Os suena la estampa? Pues eso. 

 

Por tanto, amigos, pongamos las cosas en perspectiva y comprendamos que si mil años son a la historia del homo sapiens lo que una sola letra a un 'tuit' de 140 caracteres, no es razonable depositar muchas expectativas sobre el margen de mejora del ser humano. De ese modo, no esperando demasiado, incluso nos "sorprenderemos" positivamente ante las buenas acciones de nuestros congéneres. 

 

Sed felices.

 

Solal Sorel

 

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