Larga vida a Morgan Freeman II
Días atrás escribía sobre la pena que me daba el final que había tenido el grandísimo Mandela, la familia haciendo todo lo posible para que no muriese, Obama saludando a Castro, Rajoy hablando del mundial de futbol que gano España y todas estas cosas en los previos a lo que se presumía iba a ser un gran funeral, ¡pues me equivoque!
La pena se ha convertido en risa, una de esas risas que te dan y no se quitan. El funeral se ha convertido en una especie de chirigota que nada tiene que envidiar a las celebraciones de cualquier fiesta patronal de bajo presupuesto. Obama, otra vez Obama, haciéndose fotos como un niño chico con el primer ministro británico, Cameron, y la primera ministra danesa Helle Thorning-Schmidt aderezado todo esto con la mujer de Obama, otra vez Obama, con una cara de esas que sabes que en la noche da igual el lugar donde duermas, el sitio ya lo conoces, el sofá. Después de la explicaciones “convincentes” tanto de Cameron como de Obama, si otra vez Obama, y las carantoñas de este a su mujer, al reportero de las ya “famosas fotos” no se le ocurre otra que decir que todo está fuera de contexto, en eso tiene razón, en un funeral lo normal es hacer estas cosas y que lo haga el presidente de los Estados Unidos, si otra vez Obama, también.
Y para colmo el intérprete para el lenguaje de sordos. En uno de los eventos más importantes del año al pobre va y le da un ataque de esquizofrenia. Que es de suponer para estos casos tener preparado a alguien para sustituirlo, tanto si el ataque era de verdad o no.
Dudo mucho que después de lo sufrido y conseguido, Mandela esperase un final como este, con tantas anécdotas. Al menos ira allí donde todos vamos al final de nuestra vidas con una sonrisa, algo muy necesario en estos tiempos.
Histórico sin historia.
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